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todos los días
cuando le tocas la espalda a tu hijo
para ver si respira,
hay pequeños gorriones
que secan sus alas
al sol
ajenos a tu realidad
vuelan sobre tu sombra
alegres, inevitables
perecederos
cuando tu hijo despierta
ellos ya miran desde lo alto,
y suenan
con sus pequeñitos corazones
de su pequeño cuerpo
de su pequeña y simple vida
igual a la tuya.